También vencí al maldito virus

Por: G. Raúl ACUÑA AGUILAR
       graul_ssp@yahoo.com

El trabajo tenía que continuar, acompañamos al director regional de Transportes de Pasco, Danilo Carhuaz hasta Ayacucho para apoyar en el traslado de los militares para que fortalezcan el control en los límites territoriales en Ciudad Constitución.

Luego fuimos con la subgerenta de Desarrollo Social del Gobierno Regional de Pasco, Rudy Guerra hasta Puerto Bermúdez para entregar equipos de protección personal a las comunidades nativas. Mi reconocimiento a todas las comisiones que salían ayudar y también, quienes salían a luchar contra el covid-19.

Había pasado más de tres meses (marzo, abril, mayo) de constantes viajes, un día antes de llegar a casa me hice la prueba rápida, salí negativo. Llamé a mis padres para darles la buena noticia. Antes, de ingresar al cuarto mi mamá me dejaba la ropa limpia a lado de la puerta principal. Tenía que desinfectarme, lavarme las manos y cambiarme toda la ropa. Por seguridad de ellos, mantenía la distancia.

Un lunes amanecí de mala gana, cada día que pasaba venía apareciendo síntomas en mi cuerpo: escalofrío, fiebre, dolor de espalda, hombros; lo peor perdí totalmente el sabor y el olfato. Mi cuñada Jubica me llamaba desde el patio y me dejaba la comida junto a la puerta.

Los días pasaban, recibí información a mi celular que el 90 % de mis colegas de la Dirección de Imagen Institucional del Gobierno Regional de Pasco habían dado positivo. Mi admiración a ellos, porque salían a cubrir informaciones y sumaban las acciones en esta guerra sanitaria que realizaba la institución.

Durante los días encerrado, en mi cuarto recordaba cada viaje, poco a poco me hacía la idea que tenía el virus en mi cuerpo. El doctor me recomendó hacer la prueba molecular. Cuando me entrevistó la enfermera me preguntó si había viajado, le respondí viajé a tantos lugares que perdí la cuenta (Lima, Oxapampa, Puerto Bermúdez, Villa Rica, Huancavelica, Ayacucho, Huancayo, etc.)

“¿Tuviste contacto con algún contacto positivo?”, me preguntó la enfermera.  En mi mente solo aparecía la cifra 100 o más, porque en cada traslado humanitario -de Lima a Pasco- había entre 15 a 30 positivos (se realizó más de 8 viajes).

Me pusieron un objeto largo y duro hasta el fondo de la nariz, luego sentí otro objeto profundo en mi garganta. Mis nasales estaban adoloridos más de dos días: me habían hecho la prueba molecular.  Un viernes, por mi cuenta tuve que enterarme que estaba con el covid-19. Estaba muy deprimido, lo único que hice fue meterme a mi cama.

Luego pensé y recordé que los días anteriores estaba peor, y dije: el virus maldito no podrá conmigo. Miraba todo el día chistes, y vídeos graciosos: el estado de ánimo me ayudó mucho, encima mi mamá Leonor Aguilar GÜere preparaba un concentrado de medicina natural: naranja, eucalipto, matico, kion, caña entre otros: Todo eso fortalecía mi sistema respiratorio.

Desde inicios de años no lo veía a mi abuelo, y con justa razón por todo esto de la pandemia. Y con más razón porque estaba con el covid-19.  Cuando regresé al trabajo después de salir de alta, un fin de semana recibí una llamada de mis padres, y me dijeron que mi abuelo había muerto.

Semanas antes, había sido trasladado de emergencia de Junín a la Oroya, según los médicos le habían diagnosticado positivo con el covid-19 (diagnóstico equivocado, porque era una falsa alarma).  Cuando le dieron de alta, estuvo en Junín.

Cuando me enteré que murió mi papá -mi abuelo Benito Aguilar Córdova-, recordé lo amoroso que fue con nosotros sus nietos.

Cuantas ganas tenía de abrazarlo, pero estaba ahí en el cajón y no se podía por la pandemia, cuantas ganas de abrazar a mi abuela -mi mamá- pero no podía por el desgraciado covid, cuantas ganas de abrazarle a mi madre de sangre, pero no podía por este asesino virus.

Lo recuerdo como un gran héroe, gracias a él hoy Sasicucho (centro poblado de la Ciudad Heroica de Junín) goza de electricidad, gracias a su carrera de minero logró traer un equipo para habilitar la señal de tv para el distrito Junín.  No falleció por el covid, lamentablemente en la mina sus defensas se consumieron.

Pasaron semanas, soñé a mi abuelo dos veces, tenía tantas ganas de abrazarlo, pero hasta en mis sueños se metieron estos virus. Inconscientemente por su salud no lo hice.  El virus dejó secuelas. Mi vida ya no es el mismo: no abracé a mi abuelo como tanto él lo hacía, perdí el sabor, perdí el olfato: ya no es lo mismo. Cada vez que veo a mi papá y mamá, me gustaría abrazarlos, por amor a ellos ya no lo hago.

Lic. G. Raúl Acuña Aguilar
graul_ssp@yahoo.com
 

 

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